DISCURSO DEL GENERAL THOVENOT EN LA
INAUGURACIÓN OFICIAL DE LA LOGIA BONAPARTISTA LOS AMIGOS REUNIDOS
DE SAN JOSÉ, DE VITORIA
Vitoria, 5 de marzo de 1811
José Bonaparte, rey de Nápoles y
Sicilia (1806-1808) y de España (1808-1813), con el nombre de José
I, había sido iniciado el 8 de octubre de 1793 en la logia
marsellesa «La Parfaite Sincérité», siendo instalado solemnemente
Gran Maestre del Grand Orient de France el 5 de noviembre de 1804 |
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“Mis queridos hermanos:
Elegido por vosotros para
presidir la instalación de vuestro augusto templo he aceptado este
honorable favor, no porque no estuviese bien persuadido que estas
importantes funciones no hubieran sido mejor desempeñadas por los
dignatarios de este Respetable Taller, sino porque he querido
responder a vuestros obsequiosos deseos, y porque siempre aprovecharé
con empeño las ocasiones de contribuir a establecer nuestros templos
sobre bases sólidas y regulares, en un país en el que es tan útil
introducir las ideas liberales que profesamos y dar ejemplo de las
virtudes que practicamos.
Pero, hermanos míos, para
obtener estos resultados debemos vigilar sobre nosotros mismos, a fin
de sólo presentar a los españoles acciones aprobadas por la más sana
moral, y fundadas en las virtudes sociales más depuradas.
Lo que ocurre en nuestros
templos, al no poder llegar a conocimiento de los profanos, sólo a
través de nuestra conducta pública podemos hacer nacer en el corazón
de los españoles el deseo de ser miembros de nuestra ilustre
asociación, contra la que tienen tan largas y profundas prevenciones.
Así, pues, hermanos míos, no solamente
debemos practicar la caridad y todas las virtudes masónicas en el
interior de nuestros templos, sino que más aún debemos llevar una vida
irreprochable en todas las relaciones que nos ligan con la sociedad.
El Grande Oriente os ha juzgado dignos
de formar parte de la gran familia. En consecuencia ha querido
otorgaros las Constituciones. El primero de vuestros deberes, al darle
cuenta de vuestra instalación, será el testimoniarle vuestro
reconocimiento fraternal y jurarle que vuestros trabajos justificarán
constantemente, por su regularidad, el favor que de él habéis
recibido. Para mantener esta promesa es preciso ser severos en la
ejecución de los institutos de la Orden y de los reglamentos
distintivos de esta Respetable Logia. Debéis hacer reinar entre todos
los hermanos la más perfecta armonía, las atenciones recíprocas;
debéis tener indulgencia con los errores, y la mayor severidad para
castigar las infracciones a los deberes de un francmasón.
Hasta este día, hermanos
míos, vuestros trabajos, aunque masónicos, no tenían el sello que les
era necesario para gozar, fuera de este lugar, de las ventajas
atribuidas a todos los francmasones regulares. Solamente desde este
día podéis considerar como hermanos vuestros a todos los francmasones
repartidos sobre la tierra. Pero al recibir este gran beneficio
contraéis nuevas obligaciones, entre las cuales la principal es
conceder a todos vuestros hermanos la consideración, el apoyo y los
socorros que vosotros tenéis el derecho de esperar de ellos.
No pretendo haceros la historia de
nuestra sublime orden. Me contentaré con mostraros el fin que esta
antigua y respetable institución ha querido constantemente alcanzar.
Ella ha experimentado persecuciones, grandes vicisitudes, cambios y
modificaciones, según los tiempos y lugares; pero hacer mejor al
hombre y conducirlo a la perfección humana son principios de los que
ella jamás se ha separado, ya que son inseparables a su existencia.
Las pruebas que hace sufrir a
los profanos y a los hermanos en los aumentos de salario tienen todas
un fin moral, y sirven para asegurarnos que los recipiendarios tienen
la fuerza del alma y los principios que constituyen un francmasón.
Para ser un perfecto masón no basta,
hermanos míos, el ser asiduos a la logia, el ser fiel observante de
nuestros institutos en nuestros templos. Todos los masones deben
también dar ejemplo en el cumplimiento de sus deberes para con la
sociedad. Deben estar esencialmente sometidos a los soberanos bajo
cuyas leyes han nacido, bajo cuyas leyes viven. Todos deben ser
caritativos hacia sus semejantes; generosos para con sus enemigos;
vencer sus pasiones, y jamás eludir las obligaciones que les imponen
el rango y lugar que ocupan en la sociedad.
Tales son, hermanos míos, los
principios que profesamos, la moral que debemos seguir, los ejemplos
que debemos dar y las reglas de conducta que debemos tener.
Felicitémosnos, hermanos
míos, de ser los primeros en establecer y propagar nuestras
instituciones entre un pueblo digno de apreciarlas, pero que habiendo
sido durante largo tiempo contrario en el desarrollo de sus facultades
morales las ha rechazado hasta el presente. La superstición y el
fanatismo, los dos monstruos, azote de la humanidad, que han sido
abatidos por todas partes donde la Francmasonería ha penetrado, han
detenido durante dos siglos los progresos de las artes y de las
ciencias en España; pero los españoles, vueltos sobre ellos mismos,
liberados de todos los lazos que impedían el desarrollo de su genio,
llegarán pronto al grado de civilización que distingue hoy a los otros
pueblos de Europa; les igualarán en todos los géneros de conocimiento;
deberán incluso sobrepasarlos en muchos de ellos, y entonces no habrá
masones más dignos y más celosos sobre la tierra.
Es a nuestro augusto
soberano; es al gran Napoleón, sobre el cual descansan los destinos de
Europa; es a la profundidad de su visión; es al resultado de sus
vastas concepciones políticas, a quien debemos la ventaja de poder
erigir nuestros templos en España y contar ya con muchos españoles
entre nosotros. Es un título de más para nuestro reconocimiento, como
hombres, como francmasones, y se añade a los sentimientos de amor,
respeto, fidelidad, sumisión y entrega que nosotros le debemos como
franceses. Esperamos que todos estos sentimientos se grabarán con
rasgos imborrables en el corazón de los españoles, a medida que la
efervescencia revolucionaria, que exalta todavía sus ideas, se calme.
Entonces podrán distinguir sus verdaderos intereses, juzgar sanamente
las ventajas de vivir bajo leyes sabias, bajo un gobierno fuerte y
justo, y los españoles extraviados sentirán que el primero de sus
deberes y la más urgente de sus necesidades será el someterse a un Rey
digno de su amor.
Las virtudes útiles, las ideas
liberales han franqueado las impresionantes montañas de los Pirineos;
se han mostrado a los españoles. Nada podrá ya hacerlas retroceder.
Este pensamiento consolador; nos asegura la duración de los templos
que construiremos; nos garantiza los progresos de nuestro arte sublime
en España. Debe animarnos en el generoso proyecto de extender la luz
masónica en esta Península.
Dirijamos, hermanos míos, al
Gran Arquitecto del Universo votos por la prosperidad de nuestros
templos, y elevemos los votos hasta Él con triple viva [triple
viva].
Agradezcamos también al Gran
Oriente de Francia las Constituciones que él ha querido otorgar a este
Respetable Taller, y testimoniémosle nuestro reconocimiento celebrando
en su favor un triple viva [triple viva].
Que el Gran Arquitecto del
Universo nos ayude”.
Biblioteca Nacional, París,
ms. FM² 560.
Publicado en José Antonio Ferrer Benimeli, La Masonería española:
La Historia en sus textos, Madrid, 1996, pp.49-52.
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